Por Flor García, orientadora del Decanato de Estudiantes de UNIBE
Todas las personas aspiramos a ser felices, y muchos nos preguntamos por qué alguien parece más feliz que otro o, simplemente, por qué no podemos ser tan felices como quisiéramos. El interés por la felicidad ha traspasado el ámbito meramente social y cotidiano para convertirse en tema de interés científico. Investigaciones recientes en el campo de la genética dan cuenta de que existe una predisposición genética para ser más o menos felices, y, por otro lado, investigaciones sociales evidencian la relación del apego, la espiritualidad, con la sensación de bienestar en el ser humano. Ciertamente, no existe una fórmula exacta para alcanzar la felicidad. La ciencia nos habla de la interacción entre naturaleza y ambiente como pauta de predictibilidad de la felicidad, y dado que aún no tenemos la posibilidad de manipular nuestros genes, en nuestra “búsqueda de felicidad” lo que tenemos al alcance es desarrollar hábitos que la ciencia ha identificado tienen un efecto positivo en nuestro bienestar. Aquí algunos de los principales:
- Autocuidado. Se refiere a cuidar de nosotros mismos, sacar tiempo para realizar actividades que nos aporten energía y salud, como son realizar ejercicio físico, ingerir alimentos frescos y saludables, tener descanso y diversión.
- Gratitud. Una actitud de agradecimiento es apreciar la belleza de la vida en los pequeños detalles, valorar todo lo que tenemos por pequeño o cotidiano que parezca. Se ha demostrado que esta mentalidad reporta más felicidad, satisfacción con la vida y bienestar emocional; reduce la ansiedad, el materialismo, la envidia, la agresividad y promueve una sana autoestima.
- Conexión. Desarrollar relaciones interpersonales satisfactorias, con interacciones sociales cara a cara. Investigaciones recientes concluyen que los seres humanos estamos más conectados y somos más interdependientes de lo que nuestra cultura nos ha permitido aceptar.
- Adquirir nuevos aprendizajes. Mantenerse aprendiendo desarrolla nuevas conexiones cerebrales. Sentir que usamos nuestro tiempo en algo productivo aumenta nuestro sentido de autoeficacia y satisfacción personal, y nos aleja de pensamientos negativos.
- Volver a ser niño. Conectar nuevamente con esas actividades que nos divertían de niños, cuando el disfrute era más espontáneo y auténtico, quizás puede ser nuestra afición en la etapa adulta.
- Hacer el mejor esfuerzo. Dar lo mejor de nosotros mismos, sin olvidar que tenemos limitaciones y que hay variables que no controlamos. Cuando damos nuestro 100% sentimos satisfacción con nosotros mismos, aun cuando las cosas no salgan como esperamos. Valoremos el esfuerzo, no el resultado.
- Dar de nosotros. Según Harvard, interesarnos y ayudar a los demás activa el circuito de recompensa del cerebro. Sentir que contribuimos y que aportamos es una de las principales necesidades del ser humano.
Muchos de nosotros emprendemos la búsqueda de la felicidad con la expectativa única de llegar a la meta de ser felices. En esa exploración, no nos damos cuenta de que la felicidad se encuentra en el camino que recorremos, siendo conscientes que éste no estará exento de dificultades, y que lo más importante es la actitud con la que las enfrentamos.
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