30 de septiembre de 2021
Distinguidos miembros del:
Consejo Regente,
Consejo Académico,
Docentes,
Estudiantes,
Colaboradores,
Egresados,
Invitados especiales:
Agradezco profundamente, con humildad, compromiso y entusiamo, la confianza depositada en mí para continuar el trabajo tesonero, audaz, innovador y resiliente que durante 4 décadas han llevado adelante los fundadores, pasados rectores y equipos de gestión de esta magnífica institución educativa que me ha acogido durante 20 años.
Gracias a la visión de profesionales sensibles, inquietos, que anhelaban construir una sociedad más justa a través de la educación superior, esta universidad ha aportado a nuestro sistema educativo modelos pedagógicos y de gestión innovadores, centrados en el estudiante, su aprendizaje y desarrollo.
Profesores dedicados, que procuran que sus estudiantes sean profesionales y ciudadanos ejemplares, han sembrado en los más de veinte mil egresados los valores asumidos por la universidad y han dejado una huella de un liderazgo responsable expresada en su lema fundacional: “Ante el reto del mañana, forjando los líderes”.
Nuestros egresados dinamizan las instituciones y comunidades donde se han insertado con su impronta de profesionales audaces, comprometidos, emprendedores, respetuosos del medio ambiente, y con una formación en competencias con perspectiva global que les permite adaptarse y contribuir en entornos y circunstancias cambiantes.
Desde hace ya más de una década, a las funciones de docencia y extensión se le ha sumado la de creación de conocimiento relevante. Gracias al trabajo riguroso de un grupo de jóvenes profesionales, Unibe es hoy un referente local en materia de investigación en salud y educación.
Si bien esos logros nos llenan de orgullo, sabemos que hoy nos toca reinventarnos. Las universidades vivimos un momento de inflexión trascendental. Se nos señala, se nos exige, que demostremos nuestra relevancia en un mundo en que los proveedores de educación se han diversificado y los requerimientos para ocupar posiciones laborales o emprender proyectos no siempre requieren de un título universitario.
Esta es una innegable verdad, los llamados trabajos del futuro están aquí. Más que hacer tambalear nuestro fin, esta realidad nos lleva a reflexionar sobre las diversas maneras que tenemos a nuestro alcance para impulsar un nuevo modelo educativo relevante para estos cambiantes tiempos.
La generación que tenemos en nuestras aulas, nativos digitales, requiere de maneras distintas de aprender, más ágiles, personalizadas, en formatos y modalidades diversas. Son esas experiencias de aprendizaje activo y ubicuo las que les permitirán desarrollar las competencias necesarias en el siglo XXI.
Requerimos de un currículo interdisciplinario, flexible, que rescate el humanismo y forme en competencias profesionales y ciudadanas. En el que debemos hacer espacio para nuevas experiencias de aprendizaje: bootcamps, webinars, uso de videojuegos y de avatares, intercambios virtuales, talleres pop-up, clases híbridas, Moocs, y hasta reels y cápsulas en Tik Tok, ya no pueden seguir siendo innovaciones fugaces y aisladas. Pueden y deben ser incorporadas al modelo educativo como estrategias eficaces, si se diseñan y utilizan con intencionalidad pedagógica.
Sabemos que no es necesariamente fácil para todos los docentes, pero afortunadamente, conviven en la universidad diversas generaciones y las hay dispuestas a tendernos la mano, a jompearnos, en buen dominicano, a quienes debemos aprender los nuevos códigos de la generación Z, si no queremos correr el riesgo de ser “baneados”
Pero la función social de la universidad trasciende la formación. Somos un espacio de construcción de comunidad y ciudadanía responsable. En las aulas, pasillos y plazoletas universitarias como éstas se gestan proyectos personales y sociales de históricas dimensiones. Ser testigos en estas últimas semanas de la vibrante alegría y energía de nuestros jóvenes, quienes regresan gradualmente al campus, es un amable recordatorio del compromiso que tenemos con nuestra juventud y la importancia y necesidad de la presencialidad que tuvimos que interrumpir por la Pandemia.
La terrible pandemia que aún persiste nos puso a prueba. Hubo noches de insomnio, momentos de desconcierto, pero nunca desesperanza ni soledad. Demostramos que las universidades en general, y ésta en particular, somos comunidades solidarias, con una vocación natural de colaborar, de crear, de formar, de brindar oportunidades y de sacudir nuestros cimientos para estar a la altura de lo que necesita y demanda nuestra comunidad universitaria y nuestra sociedad.
La cooperación interna e interinstitucional creció. En este periodo, varias de las universidades del sistema nos compenetramos más que nunca para aunar esfuerzos por metas comunes que redunden en beneficio de la colectividad, tejiendo lazos de solidaridad y colaboración.
Este nuevo reto lo asumimos con esperanza porque los miembros de la familia Unibe no dejan nunca de aprender; tienden puentes, dentro y fuera de la institución, ante la adversidad, se unen y ante los retos se crecen. Durante estos 18 intensos meses trabajamos más unidos que nunca, mostrando agilidad, creatividad y calidad en cada proceso que debimos crear de cero para poder asegurar la continuidad de la docencia, la investigación y la extensión. Sabemos que nos falta muuucho por lograr, pero trabajamos cada día por superarnos.
El país y el mundo enfrenta grandes retos, es cierto. Pero soy optimista y creo firmemente en el poder transformador de la educación; lucho cada día contra la narrativa pesimista y fatalista, a la que Steven Pinker, autor de ‘En defensa de la Ilustración: Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso’, llama la “progresofobia”, la cual indica tiene raíces muy profundas en la naturaleza humana, y que se ve incrementada con la gran cantidad de informaciones negativas, catastróficas y, en muchos casos falsas, que nos arropan.
El autor señala en sus obras evidencias de avances importantes en cada uno de los indicadores del bienestar humano, los cuales se ven opacadas por el bombardeo de noticias sobre todo lo que anda mal. De ahí la desesperanza y pesimismo en torno al futuro que prevalece en muchos. Nosotros, como el autor, creemos que podemos seguir mejorando y que la educación es una via insustituible para hacerlo.
El Plan Estratégico que nos propusimos apenas un año antes de la pandemia, y que sentó las bases de la respuesta que hemos sido capaces de dar ante la adversidad, continúa siendo altamente relevante, y debe pasar ahora a un proceso de reorientación. Se basa en los siguientes Ejes, que asumimos como norte del trabajo que hoy iniciamos:
- Fortalecer el sentido de comunidad y la cultura institucional.
- Promover experiencias educativas transformadoras y el aprendizaje a lo largo de la vida, asegurando altos estándares de calidad, relevancia social y basados en un modelo pedagógico innovador.
- Impulsar proyectos de investigación, innovación y emprendimiento que tributen al cumplimiento de la Agenda 2030 y ofrezcan soluciones sostenibles a las principales necesidades de nuestra sociedad.
- Promover la vinculación, cooperación e internacionalización para apoyar el logro de la misión institucional y asegurar el impacto en la sociedad.
- Consolidar procesos de transformación digital para promover eficiencia y calidad en los ámbitos de gestión, docencia, investigación y extensión.
- Impulsar el desarrollo y la sostenibilidad institucional.
Como es nuestra costumbre, este plan lo reorientaremos juntos, porque solo con una carta de ruta elaborada colaborativamente, con una visión compartida, con entusiasmo, dedicación y esperanza lograremos escribir una nueva página en la historia de nuestra muy querida Universidad Iberoamericana.
Ese plan no mirará solo hacia dentro. Hoy reafirmamos el compromiso de trabajar junto a los sectores empresariales, organizaciones de la sociedad civil, de la cooperación internacional y del Estado aquí representados por colegas y amigos, para avanzar juntos en las metas de desarrollo sostenible, que no pueden esperar más.
Este es un país lleno de talentos, confiamos plenamente en que si finalmente aunamos esfuerzos y voluntades, avanzaremos. Llegaremos pronto al primer cuarto del siglo XXI, y persisten desigualdades estructurales que debemos superar de una vez por todas para que los dominicanos y dominicanas puedan tener una vida digna, y esa es una responsabilidad compartida por todos los aquí presentes y las instituciones y sectores que representamos.
Me comprometo a trabajar cada día por nuestra misión institucional. A caminar junto a quienes conformamos esta familia universitaria para que entre todos pongamos en alto el nombre de nuestra universidad y de nuestro país. Estamos listos para fortalecer el rol que nos corresponde en la transformación de nuestra sociedad, como plataforma para el aprendizaje transformador, para la creación de conocimiento relevante que informe políticas públicas, para promover innovaciones en el sector productivo y de servicio, para acompañar a las comunidades y sus organizaciones en su desarrollo.
Este trabajo se hará con estrategia y esperanza. Con indicadores e ilusión. Con compromiso y corazón.
Agradezco profundamente a quienes me han acompañado en estos 20 años a concebir sueños, a construir nuevas realidades. Colegas, ¡cuento con ustedes!.
Agradezo al Consejo Regente que confía en mí y en mi equipo en este nuevo reto. Al doctor Gustavo Batista, quien me abrió las puertas de la universidad recién llegada de mis estudios de postgrado, jovencísima y muy sorprendida, un tanto aturdida para ser sincera, de ser requerida en la oficina de un rector para hablar de futuro, quien creyó en mí y me impulsa cada día a perseguir metas cada vez más altas, con sus sabios y serenos consejos.
Mi admiración y gratitud eterna al querido doctor Castaños, mentor, guía, maestro, ejemplo de profesionalismo, hombre visionario y optimista. ¡Que gran honor ha sido trabajar a su lado, y que compromiso inmenso seguir sus pasos!.
Muy especialmente quiero agradecer a mi familia, que me apoya, me ayuda a levantarme cuando estoy cansada o aturdida; me comprende, me perdona las ausencias y me mueve a dar lo mejor de mí.
A mi esposo Gustavo, mis hijos Gustavo Andrés y Eduardo, mis tres mosqueteros, los adoro. A mis padres, ejemplos de servicio, con quienes entré pequeñita por primera vez a un aula universitaria, sin saber que ese mismo sería mi destino, gracias por sus enseñanzas. Mis hermanos, y sus familias, el cable a tierra que tanto valoro, gracias.
Como primera mujer rectora de esta universidad, estoy consciente del significado que reviste y se espera del liderazgo femenino en este convulso siglo XXI. Inclusión, empatía, compromiso, colaboración, creatividad, resiliencia, institucionalidad, sostenibilidad, serán ejes de nuestro trabajo, pues son parte de los valores y principios que como sociedad necesitamos y que nos corresponde modelar.
¡Muchas gracias!
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